Como la vida misma...
Pero ayer consiguió poner mi cara de asombro y mis ojos como platos...
¿Y qué hacemos con la burocracia? En el hospital de Valdecilla, en Santander, falleció Cesáreo Barquín Orellana, y permaneció cuatro meses en el depósito de cadáveres con su carné de identidad en el bolsillo. Nadie avisó a la familia. Ésta fue a anunciar su desaparición y los policías se lo desaconsejaron –“deje, deje, a lo mejor es que se ha querido marchar”- pero a lo tres meses la hicieron efectiva. Nada, ni rastro. De casualidad, se enteraron de que había un cadáver que llevaba cuatro meses en el depósito. Denunciaron a la Administración, y la Administración –jé,jé- ha concluido que el Juzgado, la Policía, el Hospital, todos, actuaron de forma normal. Aleluya para hoy: “Si todo eso resulta normal, una tuerca es un animal”.
¿Qué será actuar de forma normal para la Administración?.
Por más que lo intento no consigo ponerme en los zapatos de estos familiares, cuatro meses desesperados, sin ninguna ayuda, más bien todo lo contrario, tiene que ser desesperante esta situación.
Increíble, pero cierto.
Un beso.
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