Heridas de guerra...
Heridas de guerra quizás sea demasiado llamarlas así, igual lo mejor es denominarlas cicatrices de la vida.
Abundan mucho en mi cuerpo, desde bien enana fuí demasiado aventurera, o sin miedo a las consecuencias de mis actos, lo cual implica toda serie de cicatrices en mi cuerpo.
Tengo una sagrada, por su tamaño y situación. Justo en ese pequeño espacio que las mujeres suelen decorar con polvos de colores, ahí, justo ahí, entre el parpado y la ceja. La considero sagrada, tendría 5 años en aquel entonces, y fue algo impactante, salvar el ojo, fue algo providencial. No fue más que llevarme por delante un gigantesco tablero que sobresalía apoyado en la pared, justo a la altura de mi ojo.
La primera que recuerdo tener fue de una año anterior, siempre perseguíamos al vecino para que nos llevase en su moto, yo le preseguí demasiado cerca y metí mi papo por los radios de la rueda.
Pero la mayoría de mis cicatrices están en mis piernas, siempre andaba rodando por el suelo, ya fuese en bici, corriendo, saltando o subiéndome a los árboles. Así mis piernas estas bien marcadas de recuerdos de todo tipo.
La última que recuerdo antes de pasar a una vida más tranquila fue jugando en el patio del cole, salté demasiado a por un rebote, o quizás el chico saltó menos que yo simplemente, el caso es que mi barbilla cayó con un golpe increíble en su codo, y ese trocito de nervio que une el labio y las encías desapareció de mi boca. Eso y las consecuencias en los dientes años después.
Ahora ya no me puedo quejar de ese tipo de heridas, pasada la época de lesiones por deporte, me quedo en los accidentes domésticos, de los que debo ser la reina últimamente.
Debe ser que estoy más atontada que de costumbre, o que plancho demasiado, sí, debe ser eso, tengo dos planchazos en el brazo izquierdo estupendos. Todo en mi abunda en la izquierda, hasta lo malo.
Pero lo que me hace hablar de estas heridas es la última que tengo, y la primera. La primera provocada por mi hija A.. Qué susto se llevó ella, más que yo, todavía a una semana vista me pregunta si me duele cada vez que me toco.
Fue un golpe fortuito, yo me levantaba del sofá y ella delante de mí saltaba con ganas, su cabeza fue a chocar con mi nariz, y un !crashhhhh! gigantesco se escuchó en toda la casa. La sangre brotaba como si fuera la fuente de Fontibre, ella no paraba de chillar, se asusta cuando daño cualquier cosa, más en esta ocasión al ver aquello.
Sus nervios impidieron que los míos aflorasen, ojalá hubiese sabido siempre controlarlos así, pero bueno, con mi hija supe controlar la situación y calmarla a ella mientras intentaba parar la hemorragia.
Bueno a día de hoy ya tengo esa excusa que usan tanto las personas que operan estéticamente su nariz para mejorarla, tengo el tabique desviado y me cuesta respirar. No es que yo quiera tocar mi nariz, la pobrecita nunca me ha gustado mucho, demasiado grande, pero al menos era recta, ya no.
Todos tenemos más o menos cicatrices, según como nos haya ido en nuestra vida, y las vemos, las miramos o incluso las evitamos. Y todos tenemos, aun sin querer, cicatrices de las que no se ven, de las que sólo se sienten.
Esas son las que tienen importancia de verdad, en mi caso no abundan mucho, o al menos no las veo muy bien cuando intento mirar hacia dentro y buscarlas.
Debe ser que algunas son tan antiguas que ni se notan, y uno no quiere acordarse de dónde están. Quizás sea que ha habido otras nuevas que tapan las anteriores y por eso me parecen menos aún.
Pero hay alguna de las de verdad, de las que te dejan huella, esas son mis cicatrices, forman parte de mi vida, y me ayudan a ser más, o mejor, o simplemente a ser.
Alguna incluso sigue abierta, no acaba de curar, cada vez que la lavo, la seco y le pongo una tirita, pienso que ya está, que se curó, pero no, no es así. Debe ser que no pongo la tirita adecuada, se despega y vuelve a sangrar.
¿Alguien tiene una tirita de las buenas?...
Un beso.
Abundan mucho en mi cuerpo, desde bien enana fuí demasiado aventurera, o sin miedo a las consecuencias de mis actos, lo cual implica toda serie de cicatrices en mi cuerpo.
Tengo una sagrada, por su tamaño y situación. Justo en ese pequeño espacio que las mujeres suelen decorar con polvos de colores, ahí, justo ahí, entre el parpado y la ceja. La considero sagrada, tendría 5 años en aquel entonces, y fue algo impactante, salvar el ojo, fue algo providencial. No fue más que llevarme por delante un gigantesco tablero que sobresalía apoyado en la pared, justo a la altura de mi ojo.
La primera que recuerdo tener fue de una año anterior, siempre perseguíamos al vecino para que nos llevase en su moto, yo le preseguí demasiado cerca y metí mi papo por los radios de la rueda.
Pero la mayoría de mis cicatrices están en mis piernas, siempre andaba rodando por el suelo, ya fuese en bici, corriendo, saltando o subiéndome a los árboles. Así mis piernas estas bien marcadas de recuerdos de todo tipo.
La última que recuerdo antes de pasar a una vida más tranquila fue jugando en el patio del cole, salté demasiado a por un rebote, o quizás el chico saltó menos que yo simplemente, el caso es que mi barbilla cayó con un golpe increíble en su codo, y ese trocito de nervio que une el labio y las encías desapareció de mi boca. Eso y las consecuencias en los dientes años después.
Ahora ya no me puedo quejar de ese tipo de heridas, pasada la época de lesiones por deporte, me quedo en los accidentes domésticos, de los que debo ser la reina últimamente.
Debe ser que estoy más atontada que de costumbre, o que plancho demasiado, sí, debe ser eso, tengo dos planchazos en el brazo izquierdo estupendos. Todo en mi abunda en la izquierda, hasta lo malo.
Pero lo que me hace hablar de estas heridas es la última que tengo, y la primera. La primera provocada por mi hija A.. Qué susto se llevó ella, más que yo, todavía a una semana vista me pregunta si me duele cada vez que me toco.
Fue un golpe fortuito, yo me levantaba del sofá y ella delante de mí saltaba con ganas, su cabeza fue a chocar con mi nariz, y un !crashhhhh! gigantesco se escuchó en toda la casa. La sangre brotaba como si fuera la fuente de Fontibre, ella no paraba de chillar, se asusta cuando daño cualquier cosa, más en esta ocasión al ver aquello.
Sus nervios impidieron que los míos aflorasen, ojalá hubiese sabido siempre controlarlos así, pero bueno, con mi hija supe controlar la situación y calmarla a ella mientras intentaba parar la hemorragia.
Bueno a día de hoy ya tengo esa excusa que usan tanto las personas que operan estéticamente su nariz para mejorarla, tengo el tabique desviado y me cuesta respirar. No es que yo quiera tocar mi nariz, la pobrecita nunca me ha gustado mucho, demasiado grande, pero al menos era recta, ya no.
Todos tenemos más o menos cicatrices, según como nos haya ido en nuestra vida, y las vemos, las miramos o incluso las evitamos. Y todos tenemos, aun sin querer, cicatrices de las que no se ven, de las que sólo se sienten.
Esas son las que tienen importancia de verdad, en mi caso no abundan mucho, o al menos no las veo muy bien cuando intento mirar hacia dentro y buscarlas.
Debe ser que algunas son tan antiguas que ni se notan, y uno no quiere acordarse de dónde están. Quizás sea que ha habido otras nuevas que tapan las anteriores y por eso me parecen menos aún.
Pero hay alguna de las de verdad, de las que te dejan huella, esas son mis cicatrices, forman parte de mi vida, y me ayudan a ser más, o mejor, o simplemente a ser.
Alguna incluso sigue abierta, no acaba de curar, cada vez que la lavo, la seco y le pongo una tirita, pienso que ya está, que se curó, pero no, no es así. Debe ser que no pongo la tirita adecuada, se despega y vuelve a sangrar.
¿Alguien tiene una tirita de las buenas?...
Un beso.
8 Sonrisas:
Te puedes creer que con la cantidad de trompazos que me daba o las heridas en las rodilas cuando jugaba al fútbol y al basket, etcétera no haya tenido nunca ni un mísero esguince, rotura de algo...
Una de dos o soy de acero puro o no sé porque no veo marcas de nada en todo mi cuerpo.
Lo más destacable fue que me cayó un banco de metal en la cabeza cogiendo un balón y no sé como me levanté medio mareado y no me pasó algo más, hay gente que ha muerto por eso.
En fin afortunado soy de no sufrir lesiones ni nada x el estilo :)
PD: Tu historial es digno de un soldado de la guerra del Golfo :P
Pues no he contado ni la mitad de la mitad...;)
Un beso.
Las interiores se curan con el tiempo, si todavía no se han curado es que no ha pasado suficiente tiempo. La pregunta es, ¿viviremos bastante como para que sea suficiente?
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Estaba leyendo los comments del post escuchando una canción y no sé, no sé si os pasa pero creo que a veces hay alguien que se encarga de poner la música a nuestros momentos. Los golpes duelen por fuera pero a veces te sanan por dentros. Las caricias te da la vidan por fuera y a veces te golpean por dentro. Todo deja huella. La del crimen. La del castigo.
coño, la canción
Si está bien
Si todo va tan bien, si todo va tan bien
¿por qué este dolor que siento?,
si todo va tan bien, si todo es tan sencillo,
¿por qué este vacío que siento?
Si está bien, si está bien, si es tan fácil
¿por qué duele así por dentro?,
si está bien, si está bien, si es tan fácil,
¿por qué duele así, porque duele así, porque duele así por dentro?
Si todo va tan bien, si todo va tan bien
¿por qué este dolor que siento?,
si todo va tan bien, si todo es tan sencillo,
¿por qué este vacío que siento?
Si está bien, si está bien, si es tan fácil
¿por qué duele así por dentro?
si está bien, si está bien, si es tan fácil,
¿ por qué duele así, porque duele así, porque duele así por dentro ?
(Los Planetas)
Algunas son tan viejas que el tiempo debería haberlas borrado o barrido.
Y de verdad que cuando vuelven, ninguna ha vuelto dulcificada, al menos todavía no, más bien resqueman como las heridas con el agua del mar...
Un beso.
Misionero parece qué me entendiste a la primera. Una frase que siempre digo me pregunte quien me pregunte, siempre contesto, como siempre...estoy bien...ay, pero cuantas veces por dentro estás...
Un beso.
Tenemos esas viejas heridas de la infancia,o de mucho mas acá,que nos traen recuerdos divertidos o trájicos pero que muchas veces se convierten en entrañables,nos gusta lucirlas y nos recuerdan que estamos aquí de milagro.
Las otras heridas,las que intentamos encerrar en un sarcófago de hormigón a veces encuentran una grieta de escape,la cual,los que nos conocen,pueden atisbar en nuestros ojos.No hay cura para estas últimas,tan sólo ayuda internacional que nos eche un pegote provisional(pa toa la vida)
Q.
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