jueves, noviembre 17, 2005

Esto no es un adiós... o sí...

Este es el último texto escrito por Boketa en su anterior blog, no es una despedida, es sólo el aviso de partida de un tren, si queréis subiros a bordo no le dejéis escapar, merece la pena.

También merece la pena echarle un vistazo a su máquina anterior, en blogia ha dejado verdaderas joyas, y aunque no dudo que en su propia página va a brillar como nunca no hay por que no disfrutar de lo anterior.

El texto que os dejo es una carta de amor, una locura, una visión atrás y un saludo al futuro, espero acompañarle como hasta ahora y que vosotros también lo hagáis.

Sí Blogia fuera una mujer estaría llorando varios días después de estas palabras para ella... y para nosotros, cómo no...

lo encontrarás...



Parto. Con el sonido de mis pasos. De mis palabras. De mis teclas, tal vez. Ni la niebla empaña el recuerdo, ni el recuerdo niebla mi mente. Faltaría más. Me voy. Para volver a no volver. ¿O era al revés?

Te prometí una despedida digna. No me siento capaz, amada. Porque tu dignidad es mi muerte. Porque sin palabras no se llenan las libretas. Ni siquiera una hoja. Tú fuiste mi cuaderno. Mi refugio, mi psiquiatra. Mi resaca más placentera, mi estudio más acertado. Te dieron vida mis letras, y te darán duelo mis lágrimas. Nostalgia contenida en un vaso de cristal. Barato, eso sí. Pero cristal al fin y al cabo. De los que se rompen. No son perennes. Ni siquiera su estallido dura más de medio segundo. No somos nada.


No me mires así, Blog. Sabes que te hablo con el corazón. Con el corazón de mi ordenador, tal vez. Que es menos romántico... puede. Pero ya sabías que nuestra relación iba a ser así. No te culpo. No me culpes. Sé que te he dejado de lado muchas veces. Sí, soy consciente de que me ofreciste tu hombro para llorar. Y tus abrazos para evadirme. Pero siempre fui un pájaro de traumas complejos. Ni con jaula ni sin ella. Como ese novio idiota que tiene la chica de sus sueños a sus pies y llega a casa para ver el fútbol. Te tenía ahí. Ahora lo sé. Siempre con atención a mis cambios de ánimo, a mis historias. Y yo me aproveché de ti. Te utilicé como confidente en los momentos duros. Te olvidé en los más buenos, tratándote más como el amigote simplón al que le cuentas todas tus juergas en borrachera evitando entrar en temas más serios. Y tú no eras una amistad. Ninguno de los dos nos conformábamos con serlo. Sí, ya sé, te lo vuelvo a decir, fallé. Mi amiga Helena me pedía que te hiciese caso, que te mimase. Unas buenas palabras al día, mostrarte cariño más o menos regularmente. Aunque luego me fuese de putas. Que vete tú a saber cuál es el equivalente a eso en este mundo en el que tú y yo nos movemos. Pero me cegué. Por eso antes de irme, antes de cerrar la puerta, antes de llegar al orgasmo literato-lacrimógeno contigo te voy a dedicar este post. Porque me voy hoy, pero te doy la dirección de mi nueva casa. En la que te prometo mucho más que sexo, que risas o que confidencias más o menos psicodélicas. Y allí te esperaré. Sé que vendrás. Tú también.

Han pasado ya dos años. ¿Has olvidado ya las cartas inocentes que te mandaba? Deseaba un feliz 2004, y comenzaba a usar el término "refugio" para nombrarte. Como el que llama cielo a su novio, o cariño a su amante. Tú tenías tu sobrenombre.


"De las ciudades quedará sólo el viento que pasaba por ellas.... la casa hace feliz al que come, y él es quién la vacía.". Citaba a Bertolt Brecht ya por esas fechas. "Yo quiero morir así", me repetía. Aún no había vivido y ya pensaba en mis últimos días. En realidad aún lo pienso hoy. Despedirme con palabras tan bellas es la mejor forma de mantener vivo el recuerdo. Como quién echa un euro en una de esas timo-huchas-milagro que encienden una velita en la iglesia.

Entre tanto buen deseo para el nuevo año aún me quedaba sitio en esos días de inicio para o para hacerle un homenaje a las palabras. Palabras. Tal vez el concepto más repetido en estos veintitantos meses. Las amaba ayer. Y las amo hoy.

Ya aclaraba que era un aprendiz de periodista. La situación no ha variado. Para mal tampoco, que ya es algo. Espero que algún día pueda vivir de mis letras. Y no, no soy cantautor. Quizás un día de estos me veáis publicando cosas de basket o con un poco menos de suerte siga soñando con ese día.



Llegaba el 2004 y con él esos Reyes Magos que con el paso de los años cada día me gustan más. No voy a hacer un manifesto capitalista-consumista ni mucho menos. A mí también me parece una hipocresía mucho de lo que veo. Pero he descubierto con el tiempo que ese día, aunque sea como borregos, en una fecha marcada, impuesta y rutinaria... vuelvo a mis días de niño. Aún más niño, quiero decir. Días de cabalgata en hombros de mi padre, de roscón entre regalos o de insomnio pre-llegada de los camellos y sus amos. Sólo ver la cara de ilusión de mis seres queridos ese día compensa cualquier regalo superficial o poco útil.

No me podía olvidar en esas fechas hablar de mi mochila. No es la de Pocholo. Ni siquiera tengo hoy la misma que aquellos días. Pero es una parte de mí. Como la corbata en el mafioso político de turno, las gafas en el buceador o la libertad en el soñador. Ha sido testigo de estos dos últimos años y nuestra relación de momento no tiene visos de romperse. Ni siquiera en esos días de rabia, como en el de aquel nueve de enero en el que mis letras lloraban casi sangre. Aunque una poesía, paranoica para más inri, es buena aspirina para ese mal.



Llegaba el trece de enero y con ello quizás uno de los artículos que más me gustan en todo este tiempo. No por calidad, que no soy nadie para hablar de tal tema, ni siquiera por originalidad. Más bien por lo que no había escrito, por lo que significaban esos párrafos. Juro que el "todo es relativo" se convirtió en un lema de mi vida. Hoy lo uso menos, pero creo que esas reflexiones nocturnas me ayudaron mucho a la larga.



" Hoy mi sueño está más cerca del Kilómetro Cero que de la Plaza de la Merced. ¿Distancia, kilómetros? ¿Y qué? Una vez más... todo es relativo."



Inauguraba en ese enero eterno un nuevo género de post en mi blog. Las confesiones verdáceas. Los susurros de noches trascendentalmente cercanas. Volaba con mis paranoias, y me confundía con tanto vuelo. En eso consistía.

Unas palabras sobre un Farenheit 451 que me marcó eran el preludio a uno de los días más tristes que recuerdo. El 20 de Enero. No sólo fue el nombre de uno de los CDs que me más me gustan (me lo hice ese día, sí) sino era el final del tunel. Para caer al precipicio, quiero decir. Estaba realmente hundido. Triste, roto. El tren se había ido, las tiendas habían cerrado y yo me quedaba en la aldea desierta de mi soledad. La tristeza es acogedora y hospitalaria, pero a la larga te hace sufrir. O eso dice mi psicólogo.



Los artículos posteriores no eran más que simples textos de auto-consuelo. "Esperando que el viento sople a favor". Rezaba y miraba por la ventana. Pero no había viento. Tal vez por eso nunca se apagó la esperanza. Tres meses después encontraría la respuesta.


Ya lo sé, Blog, ya. Empecé a dejarte de lado. En marzo y febrero sólo se me ocurría hablar de fotos o de conciertos. En las burbujas todo se ve de un modo distinto.


Estaba aún en plena resaca de ese siete de abril que fue el pistoletazo a mi actual vida cuando volvía a rescatar estas palabras para Ella.


"Sós la diosa del laico,

millonaria del bostero

reina del republicano

sólo una cosa quiero ...

NO ME DESPIERTES NUNCA

porque aún es muy temprano..."



Hoy las grito aún con más fuerza. Pedaleaba con fuerza, pedía al mundo que siguiese girando, hacía estudios de las visitas del blog o simplemente me conformaba con no salirme de la carretera. Estaba claro que en días felices no entran moscas. De mayor quiero hacer un refranero.



No me avergüenzo de esos artículos. Eran días de música, de recuerdos. Cualquier canción era una nueva excusa para unas palabras. Aunque fuese con un mes de retraso. La BSO de mis desahogos sería un coleccionable de esos de mil entregas en el quiosco del barrio.

La noche del 23 de Junio trajo uno de los artículos que con más buen sabor guardo. Será el tinto de la foto, o ese estilo pre-Bukowski con acné pero lo cierto es que San Imbécil me enamora aún hoy.

A partir de ahí, una serie de artículos (Sounds of Underground o el de Broadway) que tampoco me disgusta leer. Eran días de incertidumbre. El niño se rebelaba a crecer y me siento orgulloso de mis pensamientos y de mi manera de plasmarlos en aquellos tiernos diecinueve añitos.

Reflexionaba sobre la vida. Sobre el mundo, mi mundo tal vez. Era un soñador. Hoy soy más realista pero espero de veras no perder ese espíritu de mi septiembre dos-mil-tres-atrero.

"Un libro, un porro, una historia, un viaje. Ese es el mundo real. Hay muchas puertas pero sólo un mundo real, mi mundo real. Dentro de él, puedes elegir que querés, si reír o volar, si subir o bajar, si soñar o pensar. Todo cabe en ese mundo, claro que hay injusticias, pero en mi mundo real también hay sitio para las utopías y se puede cambiar. Por supuesto que también hay lágrimas, pero intentaremos cambiarlas por sonrisas. Todo universo tiene sitio en mi mundo. En el real."


Qué nostalgia. Las trufas de colores o esos exámenes aprobados que marcaron mi frontera entre infierno y cielo (aunque fuese por unos días) precedían a Madelaine. Ella me pedía lápices, y yo no los encontraba. En realidad esa fue mi asignatura contigo. Tenía sacapuntas, el mejor estuche de la clase, gomas varias, y hasta a ti como papel pero me faltaban lápices. Era tan fácil como bajar a la calle a comprarlos. Puta vaguera.


"Busco sueños sin dueño, palabras sin escribir, silencios sin callar, textos por escribir, personas por las que navegar sin temor a una sequía del mar.

Vendo brújulas y compro mundos"

Decía que así me anunciaría en una hipotética sección de contactos. Quizás hoy prefiera la reventa.



Me gusta el artículo de la "Mauvaise reputation". Porque era un homenaje a mi madre en primer lugar, a mi infancia y una forma de ordenar mis ideas en aquellos días previos a mi vigésimo cumpleaños. "Ochenta años y un día..." coronaba las palabras de aquella jornada. Parece una tontería pero hoy, hace un año (y un día), lloré como un crío. Me negaba a ser mayor. Me resignaba a dejar de ser el pequeñito curioso, odiaba ese dos que desde aquel día abre la cifra de mi edad.



Un tsunami de agua y tristeza despidió al año. No era buen presagio. Soy tan insignificante que no puedo dedicarme nada ni a mí mismo, pero aseguro que si hubiera servido de algo, ese día hubiese escrito mil y un artículos (todo los que debía, más las futuras deudas) en homenaje a esas personas que de la noche a la mañana se sumergieron en la oscuridad más cruel.

"Dios ha muerto. Viva el 2005". Pero hombre, con esta dedicatoria... ¿esperabas un buen año? Acertabas pues. El recuerdo de ese 20 de enero tan triste (es curioso acabar recordando la mayoría de fechas malas y sólo unas cuantas buenas, el ser humano es masoquista) y el Txoria Txori que debería ser un himno universal fueron mi únicas apariciones en los tres primeros meses.

Me decidí después, con una serie de artículos paranoicos, como el de "Josemi" y el estudio sociológico del "no se qué". Ese "sexo, felicidad y comuniones" fue mi última carta. Fue tan sincera como el resto, pero sé que se te quedó corta. No podía acabar mi relación contigo hablando de mudanzas, me sentía en deuda y odio ser moroso.

Por eso te escribo ahora. Para que te empañes del aroma de mi arrepentimiento y recuerdes esta historia de amor como algo precioso. Fue como ese verano en el campamento al que nunca fuí, con unos meses de continua actividad y un lento y largo perecer por culpa del distanciamiento.

No quiero acabar así. Así pues, abriré la boca sólo dos veces más. Prometo dejarte descansar tras mis intervenciones.

En primer lugar me gustaría darle las gracias a las personas que se han pasado por la página durante este tiempo. Ya fuesen habituales, espontáneos, locos perdidos o similares. María, Helena, Diana, Albert, Gerard, Sebastian, Carol... y otras tantas personas que me han ayudado y, aunque sea virtualmente, querido por unos segundos en estos mundos tan abstractos.

En segundo, y aunque mi carta te hará pensar que quiero cortar contigo, mi intención es totalmente opuesta. Quiero enamorarte otra vez. Quiero besarte en los amaneceres, volver a volar con las teclas y seguir filosofeando pobremente con tus oídos de testigo. Te dejo, Blogia. Y te agradeceré mil años los momentos vividos. Pero te he construído una casa mejor. Aün está en obras. No tiene piscina, ni siquiera chimenea. Y para lo que es hoy por hoy, tardé mucho en construirla. Pero le voy a dedicar tanto tiempo y cariño como a la antigua. Nuestra nueva residencia nos espera. A ti. A mí. Y a todos vosotros. Seguiré buscando un ideal, seguiré luchando para poder decir desde el más allá, más acá, o lo que sea un "lo encontré" como epílogo a mi vida. Y de esa búsqueda será testigo mi nuevo refugio. Mi nueva página:

NO OS LO PERDÁIS


Me ha gustado recordar momentos, rescatar mensajes de la memoria. Puede que haya evolucionado, no sé si para bien o para mal. Supongo que el paso de niñato a... niñito no era tan fácil. Cumpliendo hoy 21 años me temo que vendrán aún cambios más difíciles. Y ya os he dicho que estáis invitados.

La puerta está abierta para todos... y en mi mundo no hay pestillos.


Hasta siempre. Y gracias...

2 Sonrisas:

Anonymous Anónimo dijo...

Bueno, pues yo ya me he dado una vueltecita por allí...

El post que transcribes, es una preciosidad, así que pinta muy bien este nuevo blog...

Gracias por la recomendación.

17/11/05 19:36  
Blogger Miada dijo...

Jaja, Dani, tú escribe el libro, qué eso ya es bastante regalo...

Un beso.

18/11/05 17:31  

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