Y yo me alegré...
El viernes pasado no fue un viernes normal.
La tensión acumulada de toda la semana estaba a punto de hacerme estallar. Me sentía igual que una olla a presión, con la válvula dando vueltas sin parar, deseando silvar y echarlo fuera.
Al mediodía en casa de mi padre, justo después de comer, a toda prisa, pues perdí un buen rato de bancos, teléfonos y faxes, en esos pocos minutos que te quedan para el simple placer de un buen café...
-¿Nena sabes quién se ha muerto?-
-Pues no, quién ha sido.
-M. el vecino.
-Pues me alegro.
Fueron las palabras que salieron a mi boca en el mismo instante, ni siquiera pensé lo que estaba diciendo, o dije sin más lo que pensaba. No lo sé.
El que había fallecido era el hombre que había abusado de mí siendo una enana. No salió de mí un sentimiento de alegría, ni si quiera de tranquilidad, más bien fue un alivio.
No venía a cuento de nada, él no tenía ningún contacto conmigo ni con nadie de mi familia, no necesitaba alejarle de mi vida, ya lo estaba.
Nunca me había alegrado de la muerte de nadie, y tampoco creo que me alegrase de la muerte de este hombre, de nada me serve a mí que él deje de vivir.
Tener estos sentimientos me hizo sentir mal, no puedo desear el mal de nadie, me hace daño a mí.
Por la noche lo comenté con Q., él sentía que no hubiese sufrido más en esta vida, pero yo ni siquiera puedo sentir eso, no me saca de nada que los que me han hecho daño sufran, no sufro yo menos porque sufran ellos.
Me quedaba la duda de asistir al día siguiente al funeral, pero mi duda se desvaneció, su familia sabía lo que él me había hecho, y seguramente a otros tantos más, pero nunca dijeron nada, era su padre, su marido y nada querían hacer.
A un funeral yo siempre voy por los que se quedan, aunque también haya parte de homenaje hacia el que se ha ido, y yo no podía ni apoyar a los que no me apoyaron a mí, ni decir adiós a quien me tuvo muerta durante un tiempo.
Así el fin de semana lo dediqué a mis vivos que son los que me necesitan, los que tienen mi cariño y mi vida es para ellos, cómo no, el caballo el primero...
Un beso.
La tensión acumulada de toda la semana estaba a punto de hacerme estallar. Me sentía igual que una olla a presión, con la válvula dando vueltas sin parar, deseando silvar y echarlo fuera.
Al mediodía en casa de mi padre, justo después de comer, a toda prisa, pues perdí un buen rato de bancos, teléfonos y faxes, en esos pocos minutos que te quedan para el simple placer de un buen café...
-¿Nena sabes quién se ha muerto?-
-Pues no, quién ha sido.
-M. el vecino.
-Pues me alegro.
Fueron las palabras que salieron a mi boca en el mismo instante, ni siquiera pensé lo que estaba diciendo, o dije sin más lo que pensaba. No lo sé.
El que había fallecido era el hombre que había abusado de mí siendo una enana. No salió de mí un sentimiento de alegría, ni si quiera de tranquilidad, más bien fue un alivio.
No venía a cuento de nada, él no tenía ningún contacto conmigo ni con nadie de mi familia, no necesitaba alejarle de mi vida, ya lo estaba.
Nunca me había alegrado de la muerte de nadie, y tampoco creo que me alegrase de la muerte de este hombre, de nada me serve a mí que él deje de vivir.
Tener estos sentimientos me hizo sentir mal, no puedo desear el mal de nadie, me hace daño a mí.
Por la noche lo comenté con Q., él sentía que no hubiese sufrido más en esta vida, pero yo ni siquiera puedo sentir eso, no me saca de nada que los que me han hecho daño sufran, no sufro yo menos porque sufran ellos.
Me quedaba la duda de asistir al día siguiente al funeral, pero mi duda se desvaneció, su familia sabía lo que él me había hecho, y seguramente a otros tantos más, pero nunca dijeron nada, era su padre, su marido y nada querían hacer.
A un funeral yo siempre voy por los que se quedan, aunque también haya parte de homenaje hacia el que se ha ido, y yo no podía ni apoyar a los que no me apoyaron a mí, ni decir adiós a quien me tuvo muerta durante un tiempo.
Así el fin de semana lo dediqué a mis vivos que son los que me necesitan, los que tienen mi cariño y mi vida es para ellos, cómo no, el caballo el primero...
Un beso.
1 Sonrisas:
A mí si que hay muertes que me alegran, para que negarlo...como ya te dije uno menos.
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